La economía española ha aguantado mejor de lo esperado en la primera mitad de 2023, tanto en términos de actividad como de precios. No sólo parece que hemos sorteado la recesión que muchos analistas preveían hace unos meses, sino que la crisis inflacionaria ha comenzado a remitir. Esto ha sido posible gracias a la favorable evolución de los precios energéticos, cuyo descenso en los últimos meses ha invertido el signo del shock externo al que nos enfrentamos, reduciéndolo en un 40% desde el pico máximo alcanzado en el segundo trimestre de 2022. También ha sido muy importante el responsable comportamiento de los agentes sociales, plasmado entre otras cosas en el reciente acuerdo marco para la negociación colectiva, que apuesta por subidas salariales moderadas durante los próximos tres años.
Con todo, el panorama presenta algunas sombras además de luces. El crecimiento del PIB en la parte final de 2022 y comienzos de 2023 ha sido sólido y nos ha permitido recuperar, finalmente, los niveles de actividad anteriores a la pandemia (Gráfico 1). Sin embargo, hemos sido de los últimos en conseguirlo y en este momento ocupamos la penúltima posición de la UE en términos del crecimiento del PIB real acumulado entre el primer trimestre de 2019 y el primero de 2023, por delante sólo de Alemania que ha entrado en recesión en los últimos meses (Gráfico 2).
La evolución del empleo está siendo también mejor de lo esperado, pero una lectura cuidadosa de los indicadores disponibles y las limitaciones de los datos existentes, especialmente sobre los trabajadores con contratos fijos discontinuos, apuntan a la necesidad de evitar lecturas triunfalistas del comportamiento de esta variable. Así, mientras que el número de afiliaciones a la Seguridad Social se sitúa en torno al 8% por encima del nivel prepandemia, las horas trabajadas siguen ligeramente por debajo de esta referencia.
En la misma línea, mientras que el paro registrado se situaba en 2022 claramente por debajo de su nivel en el mismo mes de 2019 y ha continuado reduciéndose a buen ritmo en 2023 con respecto a años anteriores, el patrón cambia para mal cuando a esta variable le añadimos los trabajadores inscritos en el SEPE como demandantes de empleo que se consideran ocupados, que en buena parte son fijos discontinuos en una situación cuanto menos próxima al paro, un colectivo que ha crecido con rapidez tras la reciente reforma laboral. La variable así corregida, a la que he denominado paro efectivo, cae entre 2019 y 2022 mucho menos que el paro registrado y repunta durante el ejercicio en curso (con respecto al mismo mes de otros años), superando el nivel de 2022 en marzo y el de 2019 en junio.
Así pues, mientras que el panel a del Gráfico 3 sugiere que, en términos de paro, estamos bastante mejor en junio de 2023 que en junio de 2019, el panel b indicaría que estamos más o menos donde estábamos. La aparente mejora se debería simplemente a que hemos dejado de contar como parados a muchas personas que buscan trabajo que antes de la reforma eran temporales y ahora son fijos discontinuos. Es cierto que los fijos discontinuos en esta situación nunca se han contado como parados registrados, pero antes de la reforma eran muy poquitos y ahora son muchos más. Su mayor peso genera una distorsión en la estadística que no debería ser ignorada.
En el caso de la inflación también hay luces y sombras. Anticipándose en unos meses a sus homólogos europeos, el índice general ha caído rápidamente durante la primera parte del año, hasta situarse por debajo del 2% en el avance de junio. Sin embargo, la inflación subyacente y la alimentaria se mantienen en niveles preocupantemente elevados (del 5,8 y 8,5 por ciento respectivamente en mayo) y los tipos de interés¬¬ continúan su escalada (con el Euribor ya por encima del 4%), generando una presión creciente sobre los presupuestos familiares.
Finalmente, resulta llamativa la evolución de los ingresos tributarios, que en los últimos años han crecido claramente por encima del PIB sin que haya habido incrementos significativos de los tipos de gravamen de los grandes impuestos. La evolución de las principales bases tributarias sugiere que puede haberse producido una cierta afloración de actividad económica anteriormente sumergida, quizás como resultado de un cambio de actitudes ligado a la pandemia (para asegurar el acceso a las ayudas públicas en caso de necesidad). A esto habría que sumar, sin embargo, otros factores de carácter transitorio, incluyendo el embalsamiento de la demanda durante la pandemia, el fuerte repunte de la inflación y un rápido crecimiento de las rentas públicas financiado con deuda, lo que hace pensar que el crecimiento de la recaudación tenderá a ralentizarse en el futuro próximo.
Referencias
de la Fuente, A. (2023). “Boletín Fedea no. 23. Situación económica y respuesta a la crisis de Ucrania.” FEDEA, Estudios sobre la Economía Española no. 2023-23. Madrid.